viernes, 21 de noviembre de 2008

7 VECES 7 ARTE Y CONURBANO ARGENTINA SIGLO XXI, EL LIBRO DE CALIXTO SAUCEDO

Hablar de un libro que en su nombre lleva la palabra “conurbano”, un libro de un artista que produce en y desde el conurbano, parecería suponer la ineludible obligación de hablar de Esta Zona, tan cercana a la Capital Federal pero a la vez tan distante, y de sus posibles relaciones con ese concepto, “ARTE”, que puesto al lado de “conurbano” aparece como una especie de usurpación o contradicción.
Así como también parecería imposible la convivencia en el mismo sintagma de dos vocablos tan disímiles como “Siglo XXI” y “conurbano”.
Hoy sabemos que desde la política cultural oficial se busca la reivindicación de las producciones locales, aunque no podríamos afirmar todavía, porque el proceso nos atraviesa de tal forma que no podemos distanciarnos, si este repentino interés en nuestras producciones culturales es una auténtica legitimación, o un mero gesto romántico-demagógico que de igual modo neutraliza nuestra propia identidad.
Hoy, en este momento en el que “el diario más leído del país” considera interesante publicar un semanario sobre lo que sucede en nuestro territorio, como si nosotros, los que vivimos acá, los periodistas, los intelectuales locales, no pudiéramos hacernos cargo del relato de nuestra propia historia, hoy, quisiera hablar de Arte y no de Conurbano.

7 veces 7 podría recorrerse el libro de Calixto:
una mirada rápida, revista en la peluquería, apenas deteniéndonos en las figuritas que nos llaman la atención;
jugando al juego de las coincidencias: esta la ví en Varela, esta la ví, esta la ví, a este lo conozco.
en voz alta, en un café literario, de poemas y poemas visuales
en el aula, destripándolo
manchándolo con mate, en la cama, y la televisión de fondo
leyéndolo minuciosamente palabra por palabra, analizando cada crítica
o como un documento de época o
un manual de historia
una burla a la enciclopedia que enumera las biografías de diez mil artistas que ni mú, o mucho
todas las imágenes arrancadas y pegadas en la pared del cuarto, un techo de colores saturados, o un nuevo mural privado
repetirlo como un manifiesto
una cura,
un rescate
una motivación.

Como pocos Calixto concretiza con este libro-obra el concepto de artista total que atraviesa todas las etapas del arte: producción, distribución y consumo-desde la reflexión teórica sobre lo producido-. Es esa la idea de artista contemporáneo que se propone: no producir sólo un fragmento, sino que el arte surja de esa mirada y acción globalizadora, que no le teme a un proceso peregrino.
Las imágenes son cargadas, llenas de elementos, colores, símbolos y detalles: una silueta se enlaza con la otra, y deviene la deformación. Es necesario detenerse y combinar múltiples lecturas: unas secuenciales, que construyan el significado de las sub-escenas que las imágenes proponen; y otra global, más compleja, que pueda surgir de la sutura de la polifonía de connotaciones.

También las acciones y performances de Calixto, que pueden verse en el dvd que acompaña al libro, dan cuenta de esta poética, que necesita la abundancia de elementos –papeles, fuego, crayones, bolso- cinta de pegar- , una abundancia parlanchina que no hace más que señalar las carencias materiales, y la posibilidad de creación para aquel que encuentra en la ausencia.
Entre todos esos elementos, los cotidianos nos señalan, ya que el gesto del performer los rarifica, y nos los devuelve inquietados de sentido.

7 veces 7 se levanta y crece por necesidad. Hoy es una huella perenne para conocer y volver a ver esta extensa obra plástica.

domingo, 31 de agosto de 2008

viernes, 22 de agosto de 2008

Odio esa palabra

Será porque me morfé este blog -soy una vieja que lee los blogs como novelas- y me enamoré de esa chica, o por lo que sea, pero me dieron ganas de escribir algo.
Que una vez alguien que vive acá me dijo que "estaría bueno dar clases en el Conurbano", así, como obra de beneficencia, como curar chicos refugiados en la frontera.
Que el otro día escuché al Chavo Fuks decir "...me extraña que X sea un buchón porque él como yo nacimos en el Conurbano, y ahí la primera cosa que te enseñan es a no buchonear"

miércoles, 21 de mayo de 2008

Colaboración

De Martín Kohan solamente leí "Dos veces junio", porque habla de Quilmes. Y un artículo sobre "Los rubios", con el que coincidí en todo.
Santiago Meilán gentilmente me mandó esto para que saliera publicado en zona churrinche pero, bueno, este es el espcio que por ahora tengo para ofrecerle. Ahí va el texto.

Ciencias morales, de Martín Kohan (Anagrama, 2007)

por Santiago Meilán

Recuerdo, hijo de padre ausente, hijo-de-padre-ausente-voluntario-sanitario-en-la-guerra-de-Malvinas, hijo-de-padre-ausente-voluntario-del-ministerio-de-acción-social-en-las-inundaciones-del-82-en-el-Chaco, con esta novela de Martín Kohan, una sensación similar a la que aterrizaba con cierta solemnidad en las marchas de los noventa con el arribo de ‘los del nacional Buenos Aires’. Siento en ese balance que Kohan hace de su paso por los claustros del Colegio Mítico que fundara Bartolomé Mitre, la gravedad de una infinidad de alumnos tradicionalmente-ausentes-de-padres, para mejor proveer de la patria en las aulas de ese secundario modelo de la ciudad de Buenos Aires.
No ahora, sino en la época de Juvenilia, los alumnos que luego de una crianza más o menos supeditada a las estipulaciones de ‘padres’ al estilo de Sarmiento, Roca, y luego Alem y más tarde Justo (el militar), u Onganía, eran depositados en manos de la educación pública como pista de despegue a sus estudios en el extranjero, como Belgrano mucho antes, y después Carlos Octavio Bunge, Ramos Mejía (el parangón es injusto), para un retorno reluciente y suficiente a los efectos de comandar los destinos de la patria. Es así, hay algo de esa excepcionalidad en la novela de Kohan, pero allí también, como en la vida real, el drama se come todo privilegio.
No es una novela, como se ha dicho, del Colegio Nacional Buenos Aires. Como verdadera novela, el personaje no es la historia, ni las anécdotas, ni la convivencia molesta de ‘los de provincia’ con ‘los porteños’. A eso también se ajusta cualquier alumno del Nacional. Si uno entra en el Colegio, hoy, o en cualquier dependencia vetusta de la égida del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, puede llegar a presentir el paso de las mulatas de otra época, las caballerizas improvisadas en los descansos de entrada, los actos escolares tan mussolinianos como pletóricos. Esos límites vuelven, digamos, más democrático cualquier intento exclusivista que podría haber en la conciencia de grupo.
Es la historia del trabajo, cumplido azarosamente, a la sombra de los ‘padres’, los rectores, los políticos, los militares. De un conscripto que manda postales desde el confín del devaneo militarista, de una madre devastada por un maridaje excesivo, y una chica, una estudiante de letras piensa uno, que tuvo la osadía de irrumpir con sus indagaciones el mundo masculino de una larga tradición paternalista quebrada en 1983, en la Argentina, y no tanto antes, en el Colegio Nacional. De la “transgresión de la regla” (p. 102) en los días aciagos de 3ro décima, la división en la que María Teresa es preceptora, celadora.
Kohan remite a los rastros cuyos destinatarios no son sólo los egresados del Colegio Nacional. Desde la historia del personaje, pone en conexión referencias a la opresión que cualquier institución secularizada imprime en sus miembros. A María Teresa, la protagonista de la novela, la ha obsesionado la posibilidad de que en horas de clases, los alumnos fumen en el baño: “Por fin un día siente que uno entra... Oye todo, siente todo: el alumno se ha parado frente a los mingitorios que ella ya conoce bien. Se suelta el cinturón, se baja el cierre de los pantalones. Ahora ha de estar sacando con los dedos esa cosa de adelante, la estará sujetando ahora. Ella casi no respira, para no delatarse, aunque entrevé que no es esa la única razón de que el aire un poco le falte...” (p. 103)
Pero no se trata de un personaje resignado. En este caso podría ser una criatura arrojada al mundo de la severidad. “Servelli en su costumbre consabida, la de reírse siempre, sin motivos y a destiempo; pero esta vez lo hace en la peor de las ocasiones posibles... El señor Prefecto está recorriendo los cursos del turno vespertino.” (p. 37) Una movilización en Plaza de Mayo hace advertir a las autoridades sobre el conflicto que se avecina con la guerra de Malvinas. María Teresa es el ojo por donde todo ese proceso cierra en la mirada de Kohan. “En el momento de tomar distancia, esos dos varones (los primeros más bajos después de las señoritas más altas), que en tercero décima son Iturriaga y Capelán, deben apoyar la mano, y mejor que la mano la punta de los dedos, en el hombro de las chicas de adelante, que en tercero décima son Daciuk y Marré... María Teresa debe fijarse,, escrupulosa, en lo que pasa con esa mano de varón en cada hombro de mujer, mientras dura la situación de la toma de distancia, una situación que no tiene, como lo tiene el timbre del final del recreo, un lapso de extensión fijo y predeterminado, sino que depende de la decisión personal del señor Biasutt, el jefe de preceptores.” (p. 13)
Martín Kohan se ha hecho acreedor con esta novela, del premio Herralde 2007, para el cual un jurado compuesto entre otros por Enrique Vila-Matas y el mismo editor José Herralde, por mayoría lo sumó a la nómina de galardonados en la que se cuenta en los últimos años con nombres como los de Juan Villoro y Alan Pauls. Pasa con la novela de Kohan “lo que pasa con las risas, que si todos los otros se ríen, uno comienza a reírse también, sin saber el porqué,” la historia de expulsiones en el Colegio se remonta al mismo Miguel Cané y sin embargo el peso de la pertenencia se vuelve hondo hasta el punto de la languidez. Ricardo Monner Sans, cuenta las penurias que sufría por la aprensiones de su padre porque siguiera los estudios en el Colegio Nacional (Rotunno-Guijarro, 1993: 169).
María Teresa, la personaje de Kohan, es la mirada que observa, cargada con el bagaje de la institución: “Marré levanta la mano, pide la palabra. La profesora Perotti se la concede... María Teresa se queda un poco descolocada, o quizá solamente sorprendida, con la intervención de Marré. No por lo que ha dicho, que no lo evalúa, sino por el hecho mismo de que tomara la palabra y hablase. Era tan continuo y firme el uso de la palabra de la profesora Perotti, que no se le ocurrió pensar que alguien pudiese intercalarse en ese discurso e intervenir.” (p. 124)

lunes, 28 de abril de 2008

TE QUIERO FILO




El año pasado decidí empezar la carrera que en verdad quería seguir cuando terminé la secundaria y que no seguí porque “cómo no iba a ir a la facultad”: dirección de teatro, mi espina en la garganta, que ahora sí es una carrera universitaria y se cursa en el Iuna.
Pero nunca me imaginé que mi actual condición de sub-ocupada me iba a restringir cursar casi todas las materias; y no porque, justamente, me falte tiempo libre, -aunque cuente las casi dos horas que tengo de viaje a cualquiera de sus sedes- sino porque poder cursar algo en esta institución es verdaderamente más difícil que terminar una licenciatura en la Uba.
Por empezar, el departamento de artes dramáticas funciona en tres sedes: una en Palermo, otra cerca de Corrientes y Callao y otra en Venezuela y Jujuy (por lo menos en esta el 98 te deja en la puerta). Entonces, puede pasar que vos te anotás en “análisis del texto dramático y espectacular” los martes de 9 a 11 y decís, me anoto en “visión I” que es de 11 a 13, pero después resulta que una se cursa en la sede de Venezuela y la otra en Palermo. Imposible. Aunque a lo mejor lo intentás, cambiás tus horarios, ponés todo patas para arriba, pedís cambio de cátedra y cuando lográs que te pasen a “visión I” de los miércoles, la de los martes cambia a la sede que te convenía.
Pero te conformás –me conformé, digamos- porque es tu responsabilidad, por pretender trabajar y estudiar, dicotomía anacrónica. Supongamos que decidís sólo dedicar tu vida a estudiar una carrera que cuando te recibas te permitirá cosechar fortunas, ni siquiera así podrías cursar todas las materias del primer año, porque nadie se ocupo de armar la grilla de horarios de modo que las materias no se superpongan todas con todas –o no se superpongan pero se cursen en diferentes sedes y te pierdas un cacho de cada clase-.
Y esas, por supuesto, no son las únicas trabas. Casi todas las materias del segundo año son correlativas de las de primer año (y así en los años siguientes). Por lo tanto, ¡no podés seguir cursando, y no porque rendiste mal, sino porque están mal distribuidos los horarios!
Además, cuando termina el año, te dan un “orden de mérito”: más materias cursadas, más alto el promedio, mejor orden de mérito. Mejor orden de mérito, elegís primero horarios. Entonces, si vos trabajás, y tenés poca disponibilidad horaria, y el año pasado cursaste pocas materias porque no te daban los horarios (por tu trabajo y por los embrollos institucionales), tenés un bajo orden de mérito y, por lo tanto, ¡elegís último los horarios este año!
O sea que, con suerte, vas a tardar 10 años en recibirte, y no por lo dificultosa de la carrera, sino por el espantoso plan de estudios!
El año pasado, decía, decidí empezar la carrera de dirección de teatro. Si algo estaba ansiosa por cursar era la materia troncal, “dirección I”. Como esta materia tiene 10 horas de carga horaria no la pude encastrar en mi horario y decidí dejarla para este. Cuando voy a inscribirme, feliz compruebo que pusieron una cátedra a la tarde, en un horario que me viene como anillo al dedo y completo feliz mi planilla de inscripción, feliz a pesar de las dos horas de cola que hice, aunque tenía solamente 15 personas adelante mío. ¿Cómo es posible que tarden tanto? La resolución del enigma está en las planillas:



Como verán, en las planillas no aparecen los horarios y las cátedras, sino que uno, a codazos limpios, debe copiarlos de una cartelera, para cada una de las materias, y con primera y segunda opción y por duplicado. Después, al entregarla, las empleadas del Iuna, ex-municipales, se fijan en un cuadernillo los horarios y entonces pueden retarte a gusto, 7 minutos por persona contados: “este horario lo copiaste mal”, “acá pusiste profesora German en vez de Berman”, “¿en estas dos solas te vas a anotar?”…
Feliz, feliz porque me daban los horarios y porque la cátedra la dicta Bernardo Cappa, un tipo que parece interesante, y que me encargué de buscar en Internet apenas llegué, ya mentalizándome en la cursada. Feliz, feliz me fui. Pero tuve que volver ooootro día a anotarme en las materias teóricas, otras tres horas. Y entonces, casi y no casi lloro, porque leo en un cartel que cambiaron la cátedra de Cappa del conveniente horario de 13 a 17: 30 a de 18 a 23, horario imposible para mí. Reclamé, pero marche preso, porque ni esa ni ninguna cátedra de dirección I abrieron a la tarde.
Solamente tres opciones: quemar todo, produciendo una bella performance neo-futurista; levantar a los estudiantes que se arrastran por las escaleras a lo largo de las colas de inscripción, fundar un nuevo partido estudiantil e intentar mejorar la institución; anotarme a una materia que puedo cursar, para no perder la regularidad, e inscribirme en un curso de maquillaje de época para canalizar mi libido teatral.
No sé si está bien o mal, -en realidad sí lo sé- pero elegí la tres y, además, me tramité la libreta, para tener descuento en el teatro otra vez.

sábado, 5 de abril de 2008

Militantes K: "Ponga huevos, ponga huevos presidenta"
Cristina Kirchner: "Compañeros, por favor, les voy a pedir que respeten el género"